La ópera de Purcell fue estrenada en 1688 en una escuela de señoritas. La siguiente interpretación fue en 1700, cuando el autor ya había fallecido.
La historia está basada en La Eneida de Virgilio, con algunas diferencias.
Dido era una princesa, hermana del rey de Tiro y esposa de Siqueo. Intrigas palaciegas terminaron con el asesinato de Siqueo y la huída de Dido con sus partidarios, que navegaron hasta el norte de África, actual Túnez, donde fundaron Cartago, con Dido como reina. Ella había jurado serle fiel a Siqueo aún después de muerto.
Eneas era un héroe troyano, hijo de Anquises y la diosa Venus. Al ser destruída Troya, los dioses le encomiendan huir para fundar una nueva Troya en Italia. Vientos y tormentas desvían la flota hacia África, justo a Cartago. Dido le concede su hospitalidad al héroe y sus tropas.
Aquí comienza la ópera. Dido se siente atraída por su huésped , pero sufre por su juramento de fidelidad.
En mi anterior entrega omití que el comienzo de la obra como hoy se interpreta no tiene el Prólogo con que se estrenó. Esta parte se perdió junto con algunas otras y no figura en ninguna edición.
Seguramente allí se contarían los hechos anteriores al comienzo de la acción y tal vez se explicaría el por qué de la feroz hostilidad de las brujas hacia Dido y Cartago.
No hay brujas en La Eneida y desde que conozco esta ópera me extrañó que, existiendo un designio divino sobre la misión del héroe, el libretista haya sentido la necesidad de recurrir a estos seres grotescos.
En la obra original se le aparecen a Eneas Mercurio en persona y los espectros de los héroes y nobles muertos en Troya para recordarle su deber.
Después de haber ubicado nuestra ópera en su época, de haber señalado su intencionalidad política (también lo tenía el texto virgiliano, tema que no traté aquí) y de intentar suplir el prólogo perdido con lo poco que conozco de La Eneida, podemos escrutar los aspectos psicológicos de la obra. Lo que sigue es pura opinión.
Primera cuestión. ¿Saben los protagonistas que su amor es imposible?... Creo que sí. Del texto se desprende que Eneas ha contado su historia, cuyo destino final es la creación de un imperio. Dido se queja de su propio destino, que le hizo perder a su esposo, al que juró fidelidad eterna, exiliarse en África y crear un nuevo reino, para terminar enamorada de un héroe que tarde o temprano deberá seguir su rumbo.
En mis textos anteriores mencioné a Freud por haber tocado el tema de Cartago y Roma en su obra. Aunque sólo tiene un interés marginal para nuestro análisis de Dido y Eneas, puede estimular interpretaciones sobre uno de los conflictos posibles en la ópera.
Freud se concebía a sí mismo como un líder en una guerra contra la cultura Gentil. Él sentía mucha hostilidad hacia la cultura occidental y la Iglesia Católica. En un notable pasaje de su libro La Interpretación de los Sueños, intentando comprender por qué ha sido incapaz de poner el pie en Roma, propone que él ha estado andando sobre las huellas de Aníbal, el líder semítico de Cartago contra Roma durante las guerras púnicas:"Se me revela ahora el suceso de juventud que manifiesta aún su poder en todos estos sentimientos y sueños. Tendría yo diez o doce años cuando mi padre comenzó a llevarme consigo en sus paseos y a comunicarme en la conversación sus opiniones sobre las cosas de este mundo. Una de estas veces, y para demostrarme que yo había venido al mundo en mucho mejor época que él, me relató lo siguiente: «Cuando yo era joven salí a pasear un domingo por las calles del lugar en que tú naciste bien vestido y con una gorra nueva en la cabeza. Un cristiano con el que me crucé me tiró de un golpe la gorra al arroyo, exclamando: '¡Bájate de la acera, judío!' 'Y tú, ¿qué hiciste?', pregunté entonces a mi padre. 'Dejar la acera y recoger la gorra', me respondió tranquilamente. No pareciéndome muy heroica esta conducta de aquel hombre alto y robusto que me llevaba de la mano, situé frente a la escena relatada otra que respondía mejor a mis sentimientos: aquella en la que Amílcar Barca, padre de Aníbal, hace jurar a su hijo que tomará venganza de los romanos. Desde entonces tuvo Aníbal un puesto en mis fantasías.»
"Aníbal... había sido el héroe favorito de mis últimos días escolares... Y cuando en las clases superiores comencé a entender por primera vez lo que significaba pertenecer a una raza foránea... la figura del general semítico se elevó todavía más alto en mi estima. Para mi mente juvenil, Aníbal y Roma simbolizaban el conflicto entre la tenacidad de la judería y la organización de la Iglesia."
L@s interesad@s en profundizar en este texto freudiano, encontrarán el desarrollo completo en las págs 117 a 122 del tomo V de la edición de Amorrortu. Y mejor aún la obra completa, tomos IV y V de la misma edición.
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